Desde las perspectivas antropológica y semiótica aquí trabajadas, se puede evidenciar que el mito moderno se sirve para su elaboración, comunicación e impacto, de los medios de comunicación. Ahora bien, a su vez dichos medios se alimentan de los desarrollos de las ciencias de la comunicación, de las del lenguaje y de la semiótica en particular. En la confluencia de estos elementos se instituye un corpus de verdad, que a la postre resulta agenciando los diferentes ritos sociales en los cuales se mantiene la franca diferenciación entre quienes deciden (gobiernan) y los que están llamados a obedecer, en función del contrato social que los constriñe. La carga semántica que otorga el valor a los enunciados comunicativos en la propaganda política y por extensión en los medios de comunicación, funciona de la misma manera que lo podrían hacer los pistones de un motor, que sobre la base de los universos simbólicos que constituyen los imaginarios sociales, genera unas representaciones colectivas a manera de procesos de indicación, iconización y posterior simbolización, para llamar a la acción y a la fidelización del pueblo, frente al líder redentor que se erige en el mito político moderno.