Tradicionalmente el mundo de las relaciones internacionales se ha percibido como un espacio de anarquía en el que prevalecían los intereses egoístas de los Estados. Sin embargo, la solidaridad es un valor cada vez más presente en distintos ámbitos, influyendo de forma cada vez más notable en la acción de los distintos actores internacionales. Por eso, la solidaridad constituye un valor de cambio de la sociedad internacional en favor de un mundo más cooperativo y menos desigual, injusto y conflictivo.