TELARAÑA asume el lenguaje audiovisual como conocimiento de la sociedad, medio de construcción de representaciones pertinentes de rutas culturales urbanas, asumidas desde la ficción, capaces de construir sentidos que nos refieran como cultura. Esto abre la posibilidad de que arte y conocimiento tengan un punto de encuentro. En un primer sentido, por las posibilidades que podemos asumir desde la cinematografía y desde la videografía profusa hoy en la circulación de sentidos socioculturales. De otra parte porque la poesía se consustancia con el conocimiento, ecos de la filosofía de Nietzsche y Heidegger; ello permite sacudirnos el prosaísmo y la literalidad apabullantes en el espectro cognitivo y comunicativo contemporáneo. TELARAÑA se inscribe en este intento. El espíritu del conocimiento unido al del arte, para nuestro caso, el audiovisual, que como lo refirió Ricciotto Canudo, prometía la síntesis de las diferentes artes en la construcción de sus representaciones, creando ficciones, en la dirección de la verosimilitud, pero igualmente en la construcción de veracidades indispensables.