Cada época construye barreras que encuadran y posibilitan la ejecución de la actividad sexual. Mediante mecanismos concretos y entrelazados se constituyen sistemas complejos que permiten y guían el proceder humano en sociedad hasta en los aspectos más íntimos e individuales. Como actividades sociales, las formas en la cuales se manifiestan las sexualidades se ven inmersas en este ejercicio en procura de orden y sobrevivencia sistémica. Con la -quizá inocente- ilusión de encontrar el “…esperado jardín de las delicias…” (Foucault, M. 1976: 8) y con un mundo de hipótesis en mente, invito a recorrer el presente estudio, el cual -sin presunción de determinar lo moralmente correcto o lo inadmisible ante los ojos del bien- se proyecta distinguir lo alcanzable por nuestros cuerpos biológicos, de un conjunto de ideas y normas hiperreales. Intentando alejar, o al menos hacer visibles, las pretensiones inalcanzables que tantas veces podrán bloquearnos ante el destape de expectativas incumplidas.