Bartolomé Herrera (Lima 1808- Arequipa1864) fue el sacerdote educador de minorías selectas del Perú naciente. Doscientos años después de su muerte, en vísperas del Bicentenario patrio, sigue vivo su magisterio y su recuerdo. Su mirada luminosa y su corazón ardiente supieron suscitar centenares de líderes en la cátedra del Convictorio de San Carlos, en la política del Congreso de la naciente República, en el altar de sus parroquias y su diócesis de Arequipa, en el corazón de la sociedad peruana desde su indesmayable y permanente pasión de educar. Campea por toda la vida y obra de Herrera el firme deseo de hacer el bien a los demás, de reformar la sociedad, a través de la educación. Su corazón sacerdotal fue el manantial del que brotó su acción formativa. Como docente, a través de su responsabilidad en el gobierno en cargos directivos, en la parroquia, en la diócesis, en la tribuna política y en la prensa, en el púlpito y el altar. Desde esos cargos Herrera promovió una gran reforma educativa, social y moral que sirven como paradigma de lo que puede un puñado de líderes con ideas claras, convicciones profundas, amor al Perú y a la Iglesia.