La delicada situación en Afganistán, reflejada en revueltas internas, un arraigado problema de producción de droga, corrupción y vínculos con el terrorismo internacional; sumada a una naciente democracia y debilidad institucional para enfrentar los problemas del país por sus propios medios; constituye una alerta para la comunidad internacional, la cual se ve comprometida a intervenir para prevenir una amenaza a la seguridad global. Es por ello que Naciones Unidas y la OTAN han puesto en marcha las misiones UNAMA e ISAF, encargadas de resguardar la paz y seguridad internacionales, pero embarcadas también en el desafío de mejorar la frágil gobernabilidad afgana mediante programas para el fortalecimiento de instituciones político-militares y el buen ejercicio de sus funciones públicas. Esto forja una gran oportunidad para la reconstrucción de un país históricamente abrumado por conflictos y guerra, pero también implica el riesgo de perpetuar la dependendencia de la ayuda externa, poniendo en jaque los avances logrados.