Los países necesitan del desarrollo, más no un desarrollo apoyado exclusivamente en los indicadores macroeconómicos. Debe incluir el bienestar social como prioridad. El sólo crecimiento se ha sustentado en la productividad a cualquier costo, sin contabilizar la mayor esperanza de vida, las oportunidades y la felicidad de las personas. En estas circunstancias, el Desarrollo a Escala Humana y la Felicidad Interna Bruta, son modelos de concebir el desarrollo para la justicia social, la distribución con equidad y la promoción de un sistema ético que apunten al bienestar, el reconocimiento de las limitaciones sistémicas y la sostenibilidad. Por último, es evidente que el crecimiento debe promover la inclusión de indicadores cualitativos que "olvida" la etapa de mercado de la economía al no contabilizar valores, refiriendo el desarrollo a los objetos y no a las personas. Esta legítima consideración desacraliza el Producto Interno Bruto, rescata el valor de lo humano para la economía, cuida del planeta que deberá ser entregado a las próximas generaciones y promueve una conciencia de la sociedad.