La escuela de hoy no es un simple espacio de convivencia deseable para nuestros hijos. A pesar que el hombre tiene una naturaleza convivencial, esto no niega que las relaciones pueden deteriorarse a menudo surgiendo el conflicto que es connatural a la dinámica social. Los desacuerdos, las tensiones interpersonales, los enfrentamientos personales e intergrupales pueden adoptar un carácter violento o destructivo que pueden dañar la convivencia. La tarea para los docentes es ardua y riesgosa; debe contar con la colaboración incondicional de los padres de familia para enfrentar el fenómeno de la violencia que cada día se vuelve más difícil de manejar por la pérdida de valores en la sociedad. La escuela debe trabajar con principios y valores; pero además debe presentar a la comunidad educativa un Manual de Convivencia o Reglamento que garantice los derechos de los estudiantes, pero también exigente en el cumplimiento de sus deberes porque una sociedad sin normas o con ellas pero sin la autoridad para hacerlas cumplir, es una sociedad anómica en donde impera el caos, la violencia y el desorden.