Para mantener y reproducir las condiciones sociales que le son propias, el capitalismo requiere de una masa enorme de sujetos consumistas, individualistas, competidores, vanidosos y pragmáticos que centren su existencia en lo inmediato y se integren al proyecto social de trabajar para consumir. Se trata de sujetos incapaces de reflexionar sobre su propia vida y de fantasear utopías sociales, pero deseosos de acumular y consumir riquezas. Para constituir al hombre ideal del régimen capitalista, al hombre cosa, fue necesario construir un enorme aparato que esté presente en todos los momentos de la existencia de los sujetos y que le permita a las clases dominantes gobernar desde la interioridad de la conciencia, constituyendo a los sujetos como son requeridos por ellas. En el hombre cosificado existe un vacío, un dolor difuso, un anhelo confuso no identificado; una sensación de hastío, de pérdida de sentido de la existencia. Es el cansancio provocado por vivir compitiendo, es la necesidad profunda de sentir que se ama y que se es amado, es esa callada, confusa y profunda infelicidad provocada por vivir para consumir.