La justicia siempre se ha conjugado en plural, porque siempre remite a los contextos de injusticia. La universalidad de la justicia reside en la realidad (siempre global) de la injusticia. Lo justo de la justicia no puede ser reducido a meros universales abstractos y procedimentales. Aunque éstos sean importantes y necesarios para una administración (justa) de la justicia, su carácter abstracto (y genérico) les priva de lo esencial de la justicia: la percepción de la injusticia histórica de las víctimas. Las pretensiones de clausurar la justicia en un único universalismo (siempre abstracto) traen consigo el olvido de la historicidad de la injusticia. El olvido es el gran enemigo de la justicia, y el gran aliado de los victimarios. Lo justo de la justicia se debe de la injusticia cometida contra las víctimas, es decir, del objetivo de reparar la injusticia. El punto crítico de referencia de la justicia debe o debería ser la condición de injusticia sufrida por las víctimas. Esta perspectiva de las víctimas propone un dislocamiento de la concepción moderna de la justicia procedimental para la alteridad denegada de las víctimas.