Enseñar y aprender puede, y debe, ser divertido. A todos nos gusta conocer nuevas cosas. Todos hemos experimentado alguna vez esa atracción e interés cuando vemos algo que nos impacta visual o auditivamente, y, más aún, si ese algo lo relacionamos con nuestra vida cotidiana. La educación y la formación de nuestros niños y adolescentes, los adultos de un futuro no tan lejano, pueden y deben ser tareas divertidas tanto para aquellos que la llevan a cabo, los profesores, como para los que la reciben, los estudiantes. Con pasión y dedicación podemos hacer de ella algo muy gratificante. Así lo he procurado desde que comencé mi labor como docente, impartiendo clases particulares y enseñando baloncesto a niños y adolescentes. Durante mi período como alumno del Máster MAES, tuve la oportunidad de dedicarme, gracias a la realización de mis prácticas, a trabajar en aquello que realmente me apasiona: la enseñanza y el trabajo con adolescentes. A todos aquellos profesores, principiantes o no, y a cualquier padre o madre interesado por otra forma de enseñar que creo no solo posible sino necesaria, dirijo este texto, cargado de pasión y vocación docente.