Los cementerios urbanos contemporáneos se caracterizan por contener monumentos que preservan los restos de los difuntos. La costumbre de procurar/se una última morada para el “descanso eterno”, hegemónica para ciertos sectores sociales durante los siglos XIX y XX, nos resulta familiar. De un tiempo a esta parte, sin embargo, la monumentalidad parece convivir con una práctica que crece irrevocablemente: la cremación. ¿Monumentalidad u ocultamiento? ¿Conservación o desmaterialización del cuerpo? ¿Exposición en la esfera pública o retraimiento hacia la esfera privada? El cementerio municipal de Dolores, situado en la provincia de Buenos Aires, Argentina, es un caso digno de análisis: fue construido en 1880 como producto de las corrientes higienistas de la época, conserva bóvedas y panteones que retratan el apogeo de las élites y, actualmente, alberga en su interior un crematorio de gestión privada. Nuestro trabajo propone acercarnos a las rupturas y continuidades en relación con las prácticas funerarias, las espacialidades donde se manifiestan y las marcas de distinción que conllevan, sobre la base del análisis de discursos que permiten pensar la muerte en una sociedad secularizada.