Del constructo vida que brotó como eje articulador y transversal de las preocupaciones iniciales compartidas, procesos educativos de deconstrucción/reconstrucción, en una especie de espiral, se va creando y criando la aproximación a la vida cotidiana, espacio de potenciación de libertad y de dignidad de todo cuanto existe y por lo que vale la pena el sentido del buen vivir. En la confrontación con la aprendiencia, ese estar-en-proceso-de-aprender, se reconoce que educarse es... sentido desde-con-hacia la vida cotidiana, un modo del ser/existir/vivir. La estética de la cognición y una ética con un sentido que se construye desde la crea/actividad. apertura de imágenes, sensaciones y emociones, desde los rituales y los hábitos: una nueva cultura, la salud, la economía, la política, la sustentabilidad como base del buen vivir; una nueva conciencia, una cosmovisión del cuidado esencial y la convivencialidad aunados a una espiritualidad a la vez encarnada y cósmica. La cotidianidad ¿clave para la educación holística y compleja?