Casi dos décadas después del reconocimiento constitucional de la diferencia cultural en Colombia, mucho del imaginario de la época colonial sigue primando en la sociedad colombiana acerca de “lo indígena”. Dicho imaginario está asociado, -según lo percibimos en medios de comunicación y en la enseñanza escolar- a aquellos que viven en resguardos aislados, que tienen una fisonomía diferente a la del mestizo, que se visten diferente y que por lo general tienen un bajo nivel de escolaridad. Quien no posee estos marcadores es menos -o no es- indígena. A estas representaciones se anteponen los procesos de las comunidades y sus organizaciones por posicionar los discursos que dan cuenta de su identidad y de las formas de ser indígena en tiempos de globalización. Esta etnografía entiende la identidad étnica como un proceso posible a través de la construcción de mundos significativos y horizontes históricos, en este caso enmarcados en los itinerarios de destierro y en la organización emprendida por la comunidad desplazada de la región del Alto Naya reasentada en el municipio de Timbío (Cauca) al suroccidente de Colombia.