Un halo de incapacidad y extrañeza prefigura, aún hoy, el cuadro clínico del autismo. A pesar de los avances en la definición del síndrome y a pesar también del desarrollo de procedimientos para el diagnóstico, pronóstico e intervención del paciente, el autismo no ha cesado de girar y retorcerse en un escenario de incomprensión. ¿Acaso el trastorno no es más bien el producto de un análisis que sólo lo ha querido hacer visible en el vacío y la carencia? Ante tal panorama, este trabajo es un intento por pensar la comunicación en el caso concreto del autismo. A un conjunto de síntomas que se presentan como la patología de la comunicación por antonomasia, ¿cuáles han sido los modelos comunicativos que han estado a la base del diagnóstico? Quizás el autismo, más que una patología de la comunicación, sea el indicio de la patologización de todo el campo social por la función comunicativa que subsumiendo toda producción de diferencia al rango de lo “normal”, no permite dar cuenta de la positividad de los síntomas, del cariz productivo del trastorno. ¿En la emergencia de qué semióticas y en la producción de qué formaciones delirantes el autismo es capaz de procurarse una nueva salud?