Durante los últimos 10.000 años han brotado innumerables propuestas ideológicas y filosóficas, proyectadas con la esperanza de acertar en su intento, pero que, al traducirse finalmente en la historia cíclica de las civilizaciones fallidas, pareciera sugerirnos la existencia de alguna ley natural que ordenara cumplir con esa absurda actitud de búsqueda incesante, que vemos representada en la miope estrategia del ensayo y el error. Hoy es claro que solo hasta el siglo XIX se pudo plantear la existencia de esa dimensión de la Vida -La Filogenia-, que es lógicamente anterior a la existencia real de los individuos, para que pudiéramos soñar con develar los Porqués de nuestra conducta, aunque primero nos toque asumir el sombrío diagnóstico de que no hemos abandonado el pensamiento mágico original, que vendemos una sarta de falacias sobre nuestra esencia, y celebramos la aplicación de soluciones contradictorias, antes de darle la bienvenida a la posibilidad concreta de pensar en una Pedagogía Infantil basada en los presupuestos demostrables de nuestra vida anímica, y comprometida con el sueño de ver una generación de adultos acostumbrados a la expresión espontánea de la Autonomía Moral.